‘Hackean’ la cuenta de la A.P. y el Dow se cae 145 puntos

Esta fue la imagen que publicaron los piratan informáticos.
Los hackers… Con una simple acción afectaron todos los mercados financieros.

Los piratas informáticos se apropiaron de la cuenta de Twitter de la agencia de noticias AP y publicaron un mensaje en el cual aseguraban que había ocurrido una explosión en la Casa Blanca, hiriendo a Barack Obama. El mensaje decía textualmente: “Última hora: dos explosiones en la Casa Blanca y Barack Obama está herido”. La cuenta fue suspendida por Twitter.

De acuerdo a The New York Post, a solo unos minutos del mensaje, Julie Pace, la corresponsal de la A.P. para la Casa Blanca, aseguró cuenta había sido comprometida. Jay Carney, el secretario de prensa para Obama, dijo que el presidente estaba bien.

Las reacción de la bolsa no se hizo esperar. Apenas se publicó el tuit, el Dow Jones se desplomó 145 puntos mientras que el dólar cayó. Hasta la acción de Apple, de la cual hablamos hoy, tuvo una pequeña caída. Esto es una muestra más de la sensibilidad y la agilidad de los mercados financieros. Después de que se desmintió el comunicado, los diferentes instrumentos financieros que se vieron afectados volvieron a la normalidad.

“Los observadores dijeron que el episodio resalta el uso de las redes sociales en los mercados financieros y resalta el peligro de una brecha en seguridad a medida que los corredores de bolsa operan en función de las noticias”, explicó el Wall Street Journal.

El Huffington Post asegura que la cuenta fue vulnerada por el Ejército Electrónico de Siria. La misma organización confirmóel acto en su cuenta de Twitter. Mike Baker, miembro del equipo de A.P., dijo que“el ataque llegó una hora después de que algunos de nosotros recibimos un correo de phising”.

Fuente: Enter.co

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Sobre consumidores del siglo XXI, ciudadanos del XVIII

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Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Basado en el libro de Néstor García Canclini, el texto trata de entender como los cambios en la manera de consumir han alterado las posibilidades y las formas de ser ciudadano hoy. Dice el autor:

«Hombres y mujeres perciben que muchas de las preguntas propias de los ciudadanos -a dónde pertenezco y qué derechos me da, cómo puedo informarme, quién representa mis intereses- se contestan más en el consumo privado de bienes y de los medios masivos que en las reglas abstractas de la democracia o en la participación colectiva de los espacios públicos».

Las ideas de satisfacción también han cambiado, lo que antes se representaba en refranes como «nadie está contento con lo que tiene» ha terminado por perder sentido ya que ya «nadie sabe lo que tiene» debido a que eso que se tiene ha perdido su identidad. Las generaciones han cambiado sus prioridades sobre lo necesario y lo deseable. Ahora las identidades han dejado de construirse alrededor de esencias ahistóricas para construirse alrededor del consumo.

Se suele imaginar el consumo como el lugar de lo suntuario y superfluo y la ciudadanía como una cuestión política como algo profundo en el que la gente vota de acuerdo a sus convicciones y razonamientos. Esta separación persiste incluso en Habermas cuando dice «nuevos dispositivos institucionales adecuados para oponerse a la clientelización del ciudadano». Sin embargo el consumo ha terminado por vincularse con la ciudadanía de un modo más pragmático y accesible que el Estado, y esto no puede ser ignorado.

Al pensar la ciudadanía en conexión con el consumo y como estrategia política, se debe buscar un nuevo marco conceptual en el que puedan considerarse conjuntamente las actividades de consumo cultural y trascender el análisis atomizado que se ha realizado. «En otro tiempo el Estado daba un encuadre (aunque fuera injusto y sesgado) a la variedad de participaciones en la vida pública; actualmente el mercado establece el régimen convergente para esas formas de participación a través del orden del consumo», dice García Canclini.

El autor cita a Beatriz Sarlo para mostrar la magia que ofrece el modelo de los medios masivos con respecto al modelo burocrático del Estado:

«No se puede afirmar que los medios masivos con teléfono abierto, o que reciben a sus receptores en los estudios, sean más eficaces que los organismos públicos, pero fascinan porque escuchan y la gente siente que no hay que atenerse a dilaciones, plazos, procedimientos formales que difieren o trasladan las necesidades… la escena televisiva es rápida y parece transparente, la escena institucional es lenta y sus formas (precisamente las formas que hacen posible la existencia de las instituciones) son complicadas hasta la opacidad que engendra la desesperanza».

El acercamiento de los ciudadanos a los medios masivos y el consumo tiene, entre otros fines, reconocer que lo público pasa por otros escenarios adicionales al ágora y que las sociedades democráticas deben entender que el mercado de opiniones ciudadanas incluye tanta variedad y disonancia como el mercado de ropa o refrescos. Debemos recordar a la luz del texto, que los ciudadanos somos también consumidores, lo que nos permite ver que en la diversidad de los gustos se encuentra una de las bases estéticas que justifican la democracia misma.

Podríamos decir que el momento actual hace que las sociedades se reorganicen para hacernos consumidores del siglo XXI y a la vez regresarnos como ciudadanos al siglo XVIII, ya que compramos en un mundo globalizado pero éste coexiste con la exclusión de varios países con respecto a inmigración, derechos humanos, laborales, salud, educación y vivienda. El proyecto iluminista de generalizar estos derechos para todos se fue al traste al imponerse la concepción neoliberal de que los derechos son desiguales y en consecuencia los objetos de consumo son para muchos a penas un espectáculo.

Finalmente, antes de dar entrada a los siguientes capítulos de su libro, García Castells propone un modelo de análisis empírico que permite distinguir cuatro círculos socioculturales en los que la transnacionalización e integraciones regionales operan de modos diferentes y en los cuales el Estado va disminuyendo sus políticas culturales a medida que se transita del primero al último. Esto son: El histórico territorial que se manifiesta en los saberes, hábitos y creencias en relación a un territorio. El de la cultura de élites constituido por la producción simbólica escrita y visual como la literatura y las artes plásticas y al que se accede por medio de un mayor nivel educativo. El de la comunicación masiva dedicado al entretenimiento como el cine y la televisión. Y el de los sistemas de información y comunicación destinado a quienes toman decisiones e interactúan a través de satélites, celulares y computadoras.

Al analizar el papel de la cultura en estos círculos, conviene saber que si la tendencia se consolida hacia una unilateralidad de las políticas culturales a través de una creciente «americanización», se deberá también al predominio del espectáculo sobre la reflexión y la narración, la fascinación por un presente sin memoria y la reducción de las diferencias entre pueblos a una multiculturalidad estandarizada. Por lo tanto, evaluar las implicaciones entre consumo y ciudadanía no son nada despreciables y en la medida en que se reconozcan se podrán también plantear escenarios alternos para un desarrollo más equitativo y democrático.

¿Qué esconde Juana detrás de su ruana?


Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Un par de penosas divas hacen un espectáculo tragicómico a la entrada de La Ruana de Juana para atraer incautos como nosotros. Ya una vez adentro las cosas son a otro precio. Después de cobrar el cover, te informan que hay un consumo mínimo por persona* y como si eso no fuera todo, al final de la noche sabremos que no nos darán factura por nada del mundo.

El mesero se dedica a preguntar por más trago mientras baila el «perreo» con cualquiera de las mujeres solas que van al famoso bar-discoteca de la zona rosa en Medellín. Al final de la noche nos dice que valor es tanto y le pedimos que nos traiga la cuenta, nos dice que no es posible antes de pagar, que debemos pagar para que nos traiga la cuenta. Insistimos y nos trae una precuenta, nos sin antes hacernos cara de chichipatos.

En la precuenta aparecen tres gaseosas que nadie sabe quién se tomo, Luis -el «perreador»- nos dice que sólo pueden ser nuestras pues las chicas con las que él bailaba no tomaron gaseosas. Nos mandan otro amigo a cobrar pues tienen afán. Ya las luces están encendidas, no hay música y la gente va de salida. Le pagamos y nos dice que ya nos trae la factura y la devuelta. Pasan 20 minutos y el bar está casi vacío. Nada de la factura y la devuelta.

Voy y le pregunto que pasa y me dice que se demora todavía ¿Pero cómo si ya van a cerrar la discoteca y han pasado 20 minutos? esperamos 10 minutos más, media hora en total, y nadie nos trae ni la devuelta ni la factura. Supongo que saben que son pocos los que quieren terminar una noche de fiesta y celebración con una pelea. Tienen razón. Nos vamos.

*En Colombia es ilegal acctualmente cobrar cover y luego pedir consumo mínimo.

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