Tres estrategias psicológicas de cómo fijar precios


Por: Isaac Belmar
El precio y su influencia en las ventas no es un tema matemático, porque tiene que ver con personas, y la naturaleza humana de nuestro cliente no es tan sencilla ni objetiva, como intento mostrar a menudo en los artículos de Marketing y empresa.

De hecho el tema del precio tiene un enorme componente psicológico que va más allá de los números en sí. Un mismo precio que supone exactamente un mismo gasto para un mismo producto puede tener muy diferentes resultados si alteramos condiciones de contexto, comparación, mensaje, etc.

Sin embargo estas implicaciones psicológicas del tema del precio son totalmente desconocidas para la gran mayoría de emprendedores, los resultados de pruebas de Marketing son celosamente guardados por las empresas y los resultados de algunos de los más fascinantes estudios al respecto están enterrados entre toneladas de información irrelevante.

Por eso vamos a ir aquí más allá del típico enfoque del precio y veamos tres estrategias psicológicas respecto al mismo y sus aplicaciones prácticas.

  1. El precio es siempre relativo, depende de las referencias que tengamos alrededor
    Si se tiene que quedar solamente con un efecto psicológico del precio, que sea con éste. Nunca podemos valorar por sí solo un precio. ¿Son 500 euros algo barato o caro? No lo sabemos por sí mismo. Si un ordenador vale 500 euros y todas las ofertas de alrededor son ordenadores más baratos, entonces es caro. Pero si vale esos mismos 500 euros mientras que todo lo que tienes disponible para comprar ronda los 1000 euros, entonces el ordenador es claramente barato.El precio siempre es relativo para nuestros clientes, pero para lo que nos interesa, ¿cuál es la aplicación práctica de todo esto? Que si las referencias comparativas son más bajas, hay más sensibilidad al precio, si son más altas, menos. Es decir, que en el ejemplo del ordenador, en el primer caso donde las referencias son más baratas, los compradores potenciales van a ser más sensibles al precio de ese ordenador a la hora de comprarlo, mientras que en el segundo caso, si el ordenador valiera cien euros más las ventas se resentirían menos de lo habitual con la subida, ya que las referencias al alcance son de mayor precio.

    Otro efecto es el siguiente, cuando por ejemplo estamos reformando nuestra casa, todos los trabajos rondan los cientos o miles de euros, surgen imprevistos y nos vemos inmersos en constantes gastos elevados. De repente nos dicen que hace falta algo que vale 80 euros, o que por 50 euros más nos ponen algo un poco mejor y casi sin pensar aceptamos. Sin embargo cuando no estamos inmersos en ello y, de manera aislada, queremos comprarnos un producto de 80 euros, recorremos múltiples tiendas y gastamos una enorme cantidad de tiempo y esfuerzo para pagar esa misma cantidad de dinero que cuando aceptamos sin pestañear.

    Cuando comparamos con lo que nos está costando la reforma de la casa, 80 euros más no son nada, cuando no estamos comparando con algo (aunque en realidad estamos comparando en nuestra cabeza con nuestros gastos habituales) 80 euros ya nos parecen algo como para pensárselo bien. Esto lo aprovechan muchas empresas para vender “extras” en inversiones caras, como el típico seguro antirrobo del producto que luego no usarás, o los elementos adicionales del auto que te van sumando poco a poco pero piensas: para lo que vale el carro, 45 euros no son nada.

  2. El mensaje influencia la sensibilidad respecto al precio
    Aquellas promociones y discursos muy centrados en el precio aumentan esa sensibilidad respecto a dicho precio, mientras que las promociones basadas en el beneficio incrementan la sensibilidad en el beneficio, permitiendo precios más elevados. Es decir, si un vendedor o un Marketing excelente empiezan a resaltar todas las virtudes de un producto, dejándonos con la boca abierta y el deseo de poseerlo como sea, somos menos sensibles a que nos pongan un precio caro.Esta es, por ejemplo, la estrategia de Apple para vender a precios más elevados que su competencia. Su Marketing destaca cómo sus productos son verdaderos objetos de deseo, cada producto que sale es un evento mediático, consiguen formar colas de gente para los lanzamientos de sus productos, se centran en mostrar cómo de brillantes, bonitos e innovadores son, nunca intentan competir en precio ni el precio es nunca el principal elemento del discurso de Marketing, cuando éste aparece al final de sus mensajes en esas presentaciones de productos que hacen al mundo, el precio ya está muy mediatizado por el estudiado mensaje que has recibido, no te parece tan caro, consiguiendo así una menor sensibilidad de sus clientes respecto a dicho precio.
  3. El efecto psicológico de “propiedad” influye en la sensibilidad al precio
    El efecto “propiedad” es un sesgo cognitivo por el que se tiende a valorar mejor un producto que ha adquirido. Lo curioso es que el efecto propiedad no se activa necesariamente tras la compra, sino antes en algunos casos. De acuerdo con múltiples estudios la gente valora y compra más lo que toca o coge con sus manos, lo que puede probar con antelación, como ese automóvil con el que va a dar una vuelta.Antes incluso de que se aislara de manera metódica, muchos vendedores conocían intuitivamente el efecto “propiedad” y dejaban que los clientes usaran, probaran y toquetearan el producto, ya que se valora más y mejor. Con respecto al precio y la aplicación práctica, algunos estudios han demostrado que, haciendo que simplemente el cliente sostenga el producto mientras toma la decisión, se muestra menos sensible al precio. Los procesos psicológicos mediante los que funcionamos y tomamos decisiones pueden ser francamente increíbles, pero son ciertos y casi nunca se tienen en cuenta a la hora de poner los precios.

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Radiografía de los hábitos


En 1892, el legendario psicólogo estadounidense William James afirmó “toda nuestra vida, si esta tuviera alguna forma, es una masa de hábitos”. Más de un siglo después, en una investigación publicada en 2006 por la Universidad de Duke, los científicos comprobaron esta hipótesis. Más de 40% de nuestras acciones día a día no son propiamente decisiones. Simplemente son hábitos. Un hábito, definido técnicamente, es una decisión que al comienzo somos conscientes de tomar, pero que en algún momento dejamos de pensar y continuamos realizando permanentemente.

Los hábitos pueden llegar a ser una bendición o un castigo. Estos varían desde levantarse en la mañana a hacer deporte y desayunar saludablemente, hasta no lograr concentrarse en el trabajo y fumar compulsivamente. En suma, los hábitos gobiernan nuestra vida más de lo que nos imaginamos. Es tal su importancia que a comienzos de los años 90, con el liderazgo del científico Larry Squire, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) se convirtió en el epicentro para estudiar hábitos. Desde entonces varias investigaciones han encontrado que las personas pueden transformr su vida entera arrancando por modificar un solo hábito clave.

“Es posible cambiar los hábitos si entendemos cómo funcionan”. Esta es la premisa del autor Charles Duhigg en su reciente libro (Febrero 2012) The Power of Habit: Why We Do What We Do in Life and Business. Entender cómo opera un hábito es un aspecto crucial, tanto para las personas como para las empresas y los países. En concreto, Charles Duhigg explica que los hábitos toman forma en una región del cerebro llamada los ganglios basales. “La función de los hábitos es principalmente ahorrarle espacio al cerebro. Es cuando aprendemos a ejecutar acciones sin tener que decidir”, explica el autor.

Pero, ¿cómo decide el cerebro qué convierte en hábito y qué no? Es aquí donde las investigaciones en universidades como MIT, UCLA, Harvard y Yale han encontrado las respuestas más fascinantes. Al parecer, el cerebro crea hábitos cuando logra establecer unos componentes muy bien definidos. Estas tres etapas son: una señal, una rutina y un premio. Al analizar la actividad cerebral en animales, los científicos han encontrado que todos los hábitos siguen esta misma ruta. Aun sin percibirlo, a todos los hábitos los despierta una señal. Fumar, ver la novela por la noche o comer comida chatarra. Todos son hábitos que arrancan con una señal que nos llevan a realizar una rutina y obtener un premio.

“Lo fascinante de los hábitos es que aunque pueden llegar a ser increíblemente poderosos también son muy débiles”, explica Duhigg. Este es un aspecto crucial para las empresas. Ellas saben que los cambios más pequeños pueden destruir hábitos cultivados con los años. Por esto, las empresas tienden a estandarizar sus procesos, el servicio y las instalaciones. Romper con la cadena de los hábitos es más fácil de lo que se piensa. A este proceso la ciencia lo llama habit reversal training. Es entender el funcionamiento de los hábitos y echarlos para atrás.

Para él, los hábitos realmente nunca desaparecen, pero no significa que no se puedan cambiar. En su libro, Duhigg muestra diversos ejemplos de personas que arrancan por transformar un hábito clave. Las investigaciones muestran que, una vez las personas logran realizar estos cambios, hay un cambio en sus cerebros que mejora su vida. Todo parte de entender la estructura de los hábitos.

Fuente: Dinero.com

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